En el año 713 bajo la supervisión del monje Haitong se construyó un Buda gigante de 71 metros de altura en la confluencia de los ríos Min Jiang, Dadu y Qingyi, cerca de la ciudad china de Leshan.
La construcción tenía un claro destino religioso: lograr que el magnánimo Buda calmara las turbulentas aguas para atenuar las inundaciones en las poblaciones vecinas y proteger de los naufragios a los navegantes. Y así ocurrió. Tras 90 años de arduo trabajo para terminar la colosal estatua, las aguas se amansaron. El poder de Buda, una vez más, glorificaba a sus seguidores.
Sin embargo, fueron los desperdicios rocosos del Buda, depositándose en el lecho fluvial durante su prolongada construcción, los que alteraron drásticamente la corriente, apaciguándola.
Según anécdota atribuida al matemático Pierre-Simon Laplace (1749-1827), cuando éste presentó ante Napoleón su obra Traité de Mécanique Céleste, el militar le comentó: "Habéis escrito un libro sobre el sistema del Universo, sin haber mencionado ni una sola vez a su Creador". A lo que Laplace le espetó: "Sire, nunca he necesitado esa hipótesis".
Este Blog nace con la vocación de enfangarse en las trincheras sociales de la ciencia, intentar descifrar las intenciones de los aliados o escuchar las melodías hipnóticas de las sirenas. Nace con la vocación de debatir sobre las múltiples facetas del galopante cambio que se está operando en la práctica científica y, paralelamente, en los procesos de comunicación científica. En definitiva, nace con la vocación de ser un foro de discusión en el que todos juntos, lectores y el que escribe, debatamos sobre el papel de la ciencia como institución social. Les invito a escarbar entre las ruinas de la torre de marfil.
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