La neurociencia española intenta contra viento, marea y recortes mantenerse en buena forma. Buena prueba de ello ha sido la masiva asistencia a la decimosexta edición del congreso SENC, en el que se han reunido cientos de neurocientíficos. Y como la ciencia no tiene (o no debería tener) fronteras, los científicos que asistimos no sólo éramos españoles trabajando en España: también hubo científicos de otras procedencias que investigan aquí, fuera de nuestras fronteras, y españoles que residen en el extranjero pero mantienen interés por presentar su investigación en su país de origen. Es por ello que el idioma del congreso, por segunda edición consecutiva, fue el inglés.
Este año los investigadores más jóvenes (muchos de ellos beneficiarios de las 90 becas de viaje que otorgó la SENC) han gozado de gran protagonismo: la víspera del congreso se organizó una sesión específica para ellos en las que se les presentaron alternativas a la vida académica. Cada vez está más claro que las universidades y centros de investigación no pueden absorber a todos los jóvenes doctores, pero ello no debe representar un drama: la empresa, la divulgación científica, y otras alternativas constituyen nuevos caminos para ellos. Además, el congreso se abrió el día 23 con el simposio de jóvenes investigadores, el que se presentaron interesantes y diversas comunicaciones, desde la pionera investigación de Nuria Sebastián sobre el bilingüismo con bebés, que resaltó que, aunque a veces se perciba como raro, las personas bilingües son en realidad la mayoría de los seres humanos del planeta, hasta los factores implicados en la generación de nuevas neuronas (a cargo de Noelia Urban investigadora del Crick Institute de Londres del que ya hemos hablado aquí). Además, se repartieron premios a jóvenes investigadores de trayectorias brillantes: Augusto Escalante, del Instituto de Neurociencias de Alicante, recibió el premio del Instituto de Neurociencias de Granada por su trabajo publicado en Neuron sobre el la formación de los tractos nerviosos.
Aunque no debería sorprendernos, la paridad fue absoluta en este primer simposio. La cuestión del género ha sido ampliamente tratada por varios de los ponentes, con especial mención a Cristina Nombela, de la comisión de jóvenes investigadores, que resaltó que dieciséis semanas de baja por maternidad no pueden explicar las diferencias entre mujeres y hombres1.
No obstante, la paridad no se cumplió durante las charlas plenarias, tal vez porque éstas se imparten por los investigadores de más larga trayectoria, muchos eméritos: cuatro de las cinco fueron impartidas por hombres. De ellas resaltaré dos: en primer lugar, la interesantísima charla de John Aggleton, que con un inconfundible estilo británico salpicó de anécdotas históricas lo que podría haber sido una árida charla sobre la neuroanatomía de la memoria, haciendo las delicias de quien suscribe. Aggleton nos habló del ABC de la investigación en neurociencia: Anatomy, Behaviour (Comportamiento) y Clinics. Y en lugar destacado, la conferencia presidencial llevada a cabo por Miguel Marín Padilla, un neurólogo de 86 años pero todavía en activo, residente en EEUU desde los años sesenta del siglo pasado, y que ha dedicado su vida al estudio del desarrollo del cerebro humano. Marín Padilla nos llevó de la mano entre un bosque de células cerebrales teñidas con la reacción de Golgi (de cuya historia ya hemos hablado aquí). Algunas de las preparaciones que nos enseñó provenían del mismo Cajal, cedidas por su discípulo Fernando de Castro a Marín Padilla. El entrañable Dr Marín nos dejó varias frases memorables: abrió aseverando que "el cerebro humano es creador, ya que ha sido capaz de crear tres religiones basadas en una misma deidad", y cerró con una imperativa frase: "¡Pensad, seguid pensando!"
Los simposios trataron temas muy diversos, desde las bases moleculares y celulares de la cognición hasta las nuevas técnicas de estimulación magnética transcraneal, técnicas no invasivas que podrían ayudar a pacientes con diversas enfermedades neurológicas o neuropsiquiátricas. No faltaron las sesiones más distendidas, como el taller sensorial de la Red Olfativa Española, a la que pertenece mi laboratorio, o las espectaculares sesiones de Neuroarte.
Tal vez el único pero del congreso fue la distribución de los posters, en un espacio muy reducido que dificultó la interacción con los ponentes. Pero esto no impidió que la asistencia fuese masiva y los investigadores tuviesen la oportunidad de acercarse a discutir con sus pares. También en estas sesiones, los temas tratados fueron muy diversos, pero mi sensación es que la investigación española tiene algunos temas preferidos, como el neurodesarrollo, la neurogénesis adulta y la disección genética de estos procesos.
Nuestro grupo, en el que colaboramos investigadores y profesores de la Universidad Jaume I de Castellón y la Universidad de Valencia, presentó varios posters sobre las dos líneas de investigación que estamos llevando a cabo: por un lado, la comunicación mediante señales olfativas en ratones, y por otro, las bases neuroendocrinas del comportamiento maternal. Normalmente, los posters suelen preceder a la publicación de los resultados, pero este año no ha sido así. La presión por publicar no sólo es de los investigadores, sino también de las editoriales, que han acelerado espectacularmente los procesos de revisión por pares y de publicación on line. Por ello, si les interesa, ya pueden consultar tres de los trabajos que presentamos (véase Referencias).
Por último, el congreso no se restringió a los científicos: la Sociedad de Científicos Retornados a España organizó una sesión sobre "El Universo Cerebral" en el planetario de Granada, y hubo un debate abierto a todo el público sobre la polémica iniciativa ciudadana "Stop Vivisection" que pretende prohibir la experimentación animal en Europa, en la que participaron investigadores, expertos en ética y periodistas.
En resumen, un congreso muy animado que certifica la buena ciencia que, con pocos recursos pero mucha imaginación, seguimos haciendo en España.
Referencias
Notas
1. Y desde mi punto de vista no la explican, pero nos olvidamos a menudo de que uno no deja de ser madre/padre tras esas semanas, y muchas veces cometemos el error de pretender que los investigadores deben trabajar de sol a sol, en lugar de buscar condiciones que permitan compatibilizar la vida personal y la profesional.
"Que la actividad desarrollada de manera tan imperfecta haya sido y sea todavía para mí fuente inagotable de alegría, me hace percatarme de que la imperfección al llevar a cabo la tarea que nos hemos fijado o que nos ha sido asignada, se ajusta más a la naturaleza humana tan imperfecta que no la perfección."
Rita Levi-Montalcini, Elogio de la imperfección
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