En este artículo analizamos el concepto de "Somos lo que comemos". Qué dicen los expertos sobre el impacto de la alimentación en el cerebro.
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Cada vez más investigaciones confirman la popular frase que dejó escrita a mediados del siglo XVIIIel filósofo y antropólogo Ludwig Feuerbach (1804-1872) en una de sus obras: «Los humanos somos lo que comemos».
De esta manera, a lo largo de los últimos decenios, se ha constatado que el tipo de alimentación influye en las neuronas y en nuestras capacidades cognitivas. Por el contrario, la falta persistente de alimentos favorece que el volumen de la sustancia gris del cerebro se reduzca y que se originen déficits intelectuales, como sucede en la anorexia nerviosa.
La neurociencia también ha ahondado en el análisis de mecanismos biológicos tan rutinarios, pero a la vez desconocidos como son la sensación de hambre y de saciedad.
Los estudios neurocientíficos incluso han arrojado más luz sobre la obesidad, trastorno que hasta no hace mucho se asociaba exclusivamente a alteraciones del metabolismo. Entre otros hallazgos, se ha comprobado que en el cerebro de una persona con peso excesivo acontecen los mismos procesos que en el de un drogadicto.
Este nuevo número de la colección Cuadernos de Mente y Cerebro reúne los artículos más destacados que se han publicado en Mente y Cerebro e Investigación y Ciencia relacionados con los aspectos psiconeurobiológicos de la alimentación, con la nutrición y la salud y con los trastornos de la conducta alimentaria. Incluye, además, un reportaje inédito hasta ahora en español, «Los beneficios del ayuno», por Ulrike Gebhardt sobre las ventajas que el ayuno temporal puede aportar al cerebro y a la psique.
Otro de los temas que se abordan es el fenómeno actual de los populares productos «sin» (sin lactosa, sin gluten o sin fructosa), cuya presencia en el mercado va en aumento.
¿Por qué unas personas pueden controlarse más que otras ante una generosa porción de tarta de chocolate? ¿Por qué algunas deciden dejar de comer? ¿Cómo se las puede ayudar? ¿Qué debemos incluir en la dieta para mejorar nuestras capacidades cognitivas? Estas son algunas de las cuestiones que intentan encontrar respuesta en este número.
Para regular las ganas de comer, el cerebro sondea continuamente las reservas energéticas y nutricionales del organismo. Los intercambios nerviosos con el sistema digestivo desempeñan un papel fundamental. Por Gilles Mithieux.
La alimentación es una conducta básica de supervivencia. Una compleja red de circuitos neurohormonales se encarga de regular las sensaciones de hambre y saciedad. Por Antonia Mª. Serrano, Francisco Javier Pavón, Fernando Rodríguez de Fonseca e Ignacio del Arco.
Numerosos estímulos, algunos sutiles, dirigen nuestro modo de comer, pero no siempre en nuestro beneficio. Mediante estrategias adecuadas es posible alimentarse de forma más consciente y sana. Por Melanie Nees.
Numerosos estudios constatan el dicho: somos lo que comemos. Según revelan, el ácido omega-3 repercute en especial sobre el ánimo. Es posible que una porción extra de pescado disminuya incluso el riesgo de padecer enfermedades mentales. Por Stefanie Reinberger.
Por muchas nueces que comamos, no nos convertiremos en Einstein. Pero resulta indiscutible que la alimentación condiciona nuestra capacidad intelectual. De ahí la importancia de qué comemos, cuándo y con qué frecuencia. Por Ingrid Kiefer.
Omnipresentes en el organismo, los ácidos grasos omega-3 y omega-6 son indispensables. Al parecer, podrían ayudar a combatir la depresión. Por Jean-Michel Lecerf y Sylvie Vancassel.
Quién ayuna cuida su cerebro: el ahorro metabólico aporta efectos antidepresivos y estimula los procesos de regeneración neuronal. Por Ulrike Gebhardt.
Cada vez más personas consumen productos sin gluten o sin lactosa porque piensan que su cuerpo no acepta estos compuestos. Pero no existen aún datos concluyentes que lo demuestren. Por Susanne Schäfer.
Por Ydenice de la Rosa y Victoria María Díaz.
La anorexia modifica el cerebro y la dotación genética de la persona que la sufre. Los afectados caen en un círculo vicioso, pero existen salidas. Por Anneke Meyer.
Las personas que se sienten privadas de atención y cariño buscan en la ingesta o el hambre patológicos una vía de escape. Por Verena Liebers y Christian Eggers.
Los adolescentes corren especial riesgo de sufrir trastornos de la conducta alimentaria, entre ellos, anorexia y bulimia. Algunos programas de prevención en escuelas han mostrado su eficacia para atenuar el problema. Por Uwe Berger y Andreas Schick.
Pese a una difusión creciente de los conocimientos sobre la alimentación, asistimos a una tendencia a consumir más de lo necesario. ¿Por qué? Por Oliver Grimm.
Las personas con obesidad presentan diferencias en la estructura cerebral. Ello podría explicar por qué sucumben con facilidad a las tentaciones culinarias. Por Annette Horstmann.
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