Los cuatro años en los que Santiago Ramón y Cajal fue catedrático de la Universidad de Valencia coinciden con el inicio de su obra neurohistológica.
«Célula piramidal superficial de la circunvolución frontal ascendente del Cercopithecus». (Grabado del último fascículo del Manual, 1888.)
De 1984 a 1987, Santiago Ramón y Cajal ocupó la cátedra de anatomía de la Facultad de Medicina de Valencia. Durante ese período coincidió con dos catedráticos que influirían de manera directa en el inicio de su obra: Peregrín Casanova y José Crous Casellas.
La memoria Concepto, método y programa de anatomía descriptiva y general resulta indispensable para conocer las ideas que sirvieron a Ramón y Cajal de base para iniciar su creación.
Cajal convirtió la ley biogenética de Casanova en uno de los principales fundamentos de su investigación neurohistológica. Pero la visita al laboratorio de Simarro marcó de forma decisiva su trayectoria científica.
Como todas las «grandes figuras», Cajal sufre una mitificación falseada. Sigue afirmándose que fue autodidacta, a pesar de la forma emocionada y generosa en la que reconoció el magisterio de Aureliano Maestre de San Juan y de Luis Simarro. Las personalidades que se limitan a prodigarle elogios retóricos han llegado a decir, con total carencia de información, que «surgió por generación espontánea» o que fue un «milagro» en un país ajeno a la ciencia. Frente a estos tópicos triviales, la investigación histórico-médica está realizando un detenido análisis de las sucesivas etapas de su actividad científica. Los cuatro años en los que fue catedrático de la Universidad de Valencia corresponden al punto de partida de su obra neurohistológica.
Cajal ganó el 5 de diciembre de 1883 las oposiciones a una de las dos cátedras de anatomía de la Facultad de Medicina de Valencia. La memoria que había redactado, con el título reglamentario de Concepto, método y programa de anatomía descriptiva y general, es indispensable para conocer las ideas que le sirvieron de base para iniciar su obra. Era ya entonces plenamente consciente de las limitadas posibilidades que ofrecía la anatomía descriptiva. Sobre unos supuestos epistemológicos todavía imprecisos, había descubierto los objetivos de otras vertientes más ambiciosas de la morfología. El conocimiento del evolucionismo y de los estudios comparados había contribuido a modificar su mentalidad, pero su interés estaba ya centrado en la histología. Su condición de fiel discípulo de Maestre se refleja en la estructuración de la anatomía microscópica que defendió en la memoria: «A pesar del orden de exposición seguido por Frey, Kölliker, Krause y otros, nosotros seguiremos el que indica el Dr. Maestre de San Juan en su tratado, por creerlo el más científico y el más lógico».
El claustro valenciano al que se incorporó era seguidor de la nueva medicina basada en la investigación experimental. Citaremos únicamente dos profesores por su relación directa con el inicio de la obra de Cajal. Peregrín Casanova, discípulo de Haeckel e introductor del darwinismo en la enseñanza morfológica española, ocupaba la otra cátedra de anatomía. En varios artículos y en el libro La biología general (1877) había destacado que la histología, tras una fase descriptiva, se encontraba en otra explicativa, sobre todo mediante la ley biogenética, que Cajal convertiría en uno de los principales fundamentos de su investigación neurohistológica. José Crous Casellas, catedrático de patología médica, había impartido el primer curso universitario español sobre neurociencias, cuyas lecciones recogió en un Tratado elemental de anatomía y fisiología normal y patológica del sistema nervioso (1878). Sus figuras sobre la médula espinal, el cerebelo y la corteza cerebral merecen ser comparadas con las ilustraciones de los trabajos de Cajal diez años después, como reflejo del decisivo avance que estos significaron.
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