Ha madurado una nueva idea en psicología que promete explicarnos de qué modo la atención a nuestras emociones nos ayuda a desenvolvernos en la vida diaria.
© Creative Therapy Associates, Inc. / American Scientist
La inteligencia emocional consiste en la capacidad de percibir sentimientos propios y de los demás, y servirse de esa información para guiar el pensamiento y la conducta de uno mismo.
Algunos psicólogos adscriben a este tipo de inteligencia cuatro dominios de aptitudes. Pese a que la percepción de emociones es una facultad universal, tal capacidad varía de un individuo a otro.
El test de inteligencia emocional Mayer-Salovey-Caruso (MSCEIT) parece medir de manera fiable una característica humana que difiere de la personalidad y del cociente intelectual.
En el decenio de los noventa, cualquier persona familiarizada con la cultura norteamericana popular de ese momento habría oído hablar de inteligencia emocional. En su carácter novedoso, la expresión constituyó un éxito redondo. Sobre ella aparecieron libros, incluido un bestseller, se escribieron artículos, proliferaron tertulias y se crearon seminarios. En los Estados Unidos, el lector podrá encontrar todavía un entrenador personal que le ayude a aumentar su "CE", su cociente emocional.
A pesar de este interés popular (o quizá debido a ello), la inteligencia emocional ha recibido considerables críticas. En parte, la controversia se explica por la diferencia sustancial entre la definición popular y la científica de inteligencia emocional. Además, no ha sido fácil la medición de la inteligencia emocional.
Enero/Febrero 2006
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