La preferencia del cerebro por la simetría influye en la percepción del movimiento.
© FOTOLIA / Olga Vasilkova
El atractivo estético de la simetría resulta obvio, sea para el niño que juega con un caleidoscopio, sea para el emperador de Delhi que erigió el Taj Mahal como monumento al amor eterno. Tal preferencia cerebral determina en gran manera nuestra visión del mundo cuando hay entes en movimiento. Enseguida hablaremos de ello.
En el mundo natural, a diferencia del creado por el ser humano, la simetría actúa como un sistema de alerta rápida, tanto si la observamos en una presa, un depredador, un semejante o en nuestra madre: la simetría reclama nuestra atención. Incluso un bebé, que tiene de su entorno una visión borrosa, pues todavía no ha desarrollado agudeza visual, demuestra una preferencia innata hacia la simetría. Los niños de pocos meses se fijan durante más tiempo en rostros que les muestran los dos ojos en una posición normal que en los que perciben una configuración ciclópea o con los ojos a distinta altura.
Septiembre/Diciembre 2012
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