El sistema perceptivo aporta significado al caos de estímulos e informaciones que captamos. Existen reglas que rigen dicho proceso.
bev doolittle / the greenwich workshop, inc. («El bosque tiene ojos»)
La percepción de las formas constituye una de las facultades más importantes que nos permiten percibir el mundo que nos rodea. Los órganos de los sentidos nos proporcionan una serie de datos incoordinados: los ojos se limitan a registrar manchas y líneas; los oídos, detectan tan solo sonidos y ruidos. Es el cerebro, al relacionar entre sí los elementos, el que adjudica significado a la información registrada. En definitiva, el ambiente en el que nos movemos no está formado por líneas y manchas de colores, sino por objetos y seres vivos. El sistema perceptivo se ocupa de agrupar estímulos en unidades mayores con el fin de facilitar su procesamiento.
Hasta principios de siglo xx, predominaba la idea en psicología de que las sensaciones consistían en la simple suma de percepciones individuales. En los años veinte del pasado siglo se opuso a dicha «psicología elemental» la escuela berlinesa de la psicología de la Gestalt, fundada, entre otros, por el psicólogo Max Wertheimer (1880-1943). La idea básica de sus defensores estriba en que el todo es algo más que la suma de sus partes.
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