La teoría de la relatividad general de Einstein sugiere que la Tierra está bañada por ondas gravitatorias procedentes de estrellas distantes. Los observatorios proyectados para la próxima década podrían detectar las señales extragalácticas.
La teoría de la relatividad general de Einstein sugiere que la Tierra recibe un baño continuo de energía que se origina en las interacciones gravitatorias de estrellas distantes. De acuerdo con dicha teoría, la energía liberada por una perturbación cósmica, tal como la explosión de una estrella, viaja alejándose de ella a la velocidad de la luz en forma de ondas gravitatorias. En su avance, las ondas distorsionan la morfología de cualquier región del espacio que atraviesen. La medición de los movimientos de masas de prueba, cuidadosamente aisladas, debería permitirnos la detección de las ondas.
Desgraciadamente, las perturbaciones del espacio, demasiado débiles, no pueden registrarse con los instrumentos al uso y los detectores de ondas gravitatorias construidos y perfeccionados a lo largo del último cuarto de siglo no han notado hasta ahora el paso de las ondas. La dificultad que presenta la detección de ondas gravitatorias puede parecer sorprendente a quienes vivimos habituados a la gravedad estática observando la caída de los objetos, el movimiento orbital de los planetas u otras experiencias diarias. Sin embargo, ninguno de esos fenómenos guarda relación con masas cuya magnitud y velocidad generen ondas apreciables. Las primeras señales que se detecten vendrán, probablemente, de objetos astrofísicos lejanos, de mayor masa que el Sol y que se muevan a velocidades próximas a la de la luz.
Agosto 1987
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