Un estudio recomienda dedicar más recursos y esfuerzos a la prevención y detección precoz de las invasiones, así como al seguimiento de las actuaciones realizadas.
La uña de gato (Carpobrotus edulis) es una especie sudafricana muy extendida por el litoral peninsular. [Ignasi Bartomeus]
El impacto de las invasiones biológicas ha determinado que, en la actualidad, su gestión se haya convertido en una prioridad para la conservación de la biodiversidad y los espacios naturales. Las invasiones se producen como consecuencia de una serie de etapas que incluyen el transporte, la introducción, el establecimiento y la expansión de especies exóticas fuera de su área de distribución original. De todas las especies transportadas, solo una pequeña proporción, las que etiquetamos como «invasoras», logran superar las distintas etapas. Algunas de ellas ocasionan impactos ecológicos importantes sobre los organismos y los ecosistemas que invaden, y también conllevan repercusiones socioeconómicas.
Cabe destacar el jacinto de agua (Eichhornia crassipes), con una gran capacidad para colonizar grandes extensiones de agua en poco tiempo, lo que acarrea consecuencias negativas para la conservación de los ecosistemas acuáticos y en sectores como la pesca o la navegación. Otro ejemplo es la uña de gato (Carpobrotus sp.), que compite por el espacio, el agua y la luz con especies nativas, algunas de ellas endémicas de los ecosistemas costeros.
Marzo 2013
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