Cómo construir un microbarógrafo por solo cincuenta dólares.
BRYAN CHRISTIE
Mañana de domingo. Empiezo el artículo del mes, sentado en un pequeño café que da al océano. Fuera, llueve a cántaros. La tempestad ha levantado unas olas gigantes. Esos jirones de energía recorren miles de kilómetros en avance acompasado, para acabar rompiendo en las playas del Pacífico. La contemplación de esos monstruos de agua retumbando sobre la arena me trae a la memoria otro tipo de onda pasajera. El mayor océano del mundo es la atmósfera y ella, también, alberga unas ondas enérgicas. Igual que sus primas oceánicas, las oncas atmosféricas aostumbran generarse en tormentas muy violentas. Pueden también surgir y propagarse, como las ondas en un estanque encalmado, cuando un meteoro o una erupción volcánica conmociona el aire.
Con todo, hasta el más fuerte de los tsunamis atmosféricos resulta muy difícil de detectar. Las variaciones de presión que delatan su paso son de escasos milibares (milésimas de atmósfera) y esas minu´sculas oscilaciones a menudo tardan decenas de minutos, e incluso más, en pasar. Los instrumentos equipados para registrar tan sutiles señales se llaman microbarómetros. Un modelo profesional puede costar varios miles de dóolares. Pero, gracias a Paul Neher, aficionado de Las Cruces, cualquiera podrá observar tan efímeras ondas por 50 dólares.
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