O reducimos el consumo y nos pasamos a las renovables o no superaremos la crisis energética que se cierne sobre el planeta.
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Las Naciones Unidas han declarado el 2012 Año Internacional de la Energía Sostenible para todos. La iniciativa no podía ser más oportuna. Estamos a las puertas del declive de producción del recurso energético más estratégico: el petróleo. Si el consumo continúa creciendo al ritmo actual, en 2060 se producirá el agotamiento de las reservas totales de recursos energéticos no renovables (petróleo, gas natural, uranio y carbón). Por otra parte, las energías renovables permiten un uso menos intensivo y ofrecen una menor disponibilidad que las no renovables. Nos enfrentamos, pues, a un progresivo decrecimiento energético global que será especialmente intenso en los países más desarrollados y que acarreará profundas consecuencias sobre el actual sistema de desarrollo.
¿En qué baso esas afirmaciones? Durante mi actividad como profesor de ingeniería en la Universidad Politécnica de Cataluña, director de un centro de innovación tecnológica (CDEI-UPC) e impulsor de una fundación de fabricantes de bienes de equipo orientada a la innovación (CEQUIP), siempre había pensado que las limitaciones energéticas eran un tema aún lejano y que las medidas que se estaban adoptando para paliar el cambio climático eran las adecuadas.
Enero 2012
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