La óptica cuántica demuestra la existencia de mediciones exentas de interacciones. Así se llama la detección de objetos sin que los toque la luz.
Cuenta la mitología griega que el héroe Perseo hubo de luchar contra la temida Medusa. Era el monstruo, con serpientes por cabellos, tan horrible que con entreverlo un instante el desafortunado observador se volvía de piedra. Según cierta versión, Perseo escapó de semejante destino usando hábilmente su escudo como espejo que reflejase la imagen de Medusa, para que ella misma se viese y se convirtiera en piedra. Pero, ¿y si Perseo no hubiera tenido una armadura tan pulida? Habría sucumbido. Si hubiera cerrado los ojos no habría podido dar con su blanco. Y por fugaz que hubiese sido una mirada de reojo, no habría podido evitar que le entrase en la pupila un poco de la luz que se reflejara en Medusa. La habría, pues, visto; habría sido su final.
En el mundo de la física la misma situación se resume en una aseveración, aparentemente inocua, que Dennis Gabor, inventor de la holografía y premio Nobel, hizo en 1962. La idea era que no puede realizarse observación alguna sin que al menos un fotón --la partícula básica, o cuanto, de la luz-- dé en el objeto observado
Enero 1997
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