
Tiene todos los ingredientes de una escena de película clásica de serie B. Un pistolero apunta a la frente de la víctima y la pantalla se vela antes de oírse el estruendo de un disparo. Un especialista forense que trazara la trayectoria de la bala observaría que el proyectil había atravesado la corteza prefrontal del cerebro, zona crucial para la toma de decisiones.
No debería resultar sorprendente que las pocas personas que sobreviven a las lesiones, por lo general mortales, en esa región del cerebro sufran alteraciones radicales de la personalidad. El de Phineas Gage, ferroviario del sigloxix, es uno de los casos más citados de la historia de la neurología: una barra de hierro le atravesó la corteza prefrontal, y aunque vivió para contarlo, nunca más volvió a tomar decisiones sensatas. Los adictos a la cocaína pueden infligirse daños similares. La disfunción resultante llega a hacer que hasta los adictos que han abandonado el hábito anhelen la droga cada vez que los retumbantes bajos de una pieza tecno les evocan los momentos en que estaban bajo los efectos de la cocaína.
Lo más comentado
Un artículo dice
¿Qué es la vida?
La tercera convergencia tecnológica, un viaje hacia atrás en el tiempo
No, la física cuántica no dice eso