Estas parejas de residuos estelares aportan pruebas sólidas que confirman la relatividad general. Su inevitable colapso produce las que quizá sean las explosiones más violentas del universo.
En 1967 Jocelyn Bell y Antony Hewish encontraron el primer púlsar. Su radiotelescopio detectó las señales de una fuente que emitía pulsos muy regulares, cada 1,34 segundos. Eliminadas las fuentes terrestres y rechazada la posibilidad de que procedieran de seres extraterrestres, se quedaron desconcertados. Fue Thomas Gold quien adivinó que los púlsares eran estrellas de neutrones que, en su giro, emitían ondas de radio hacia el espacio, a la manera de un faro. Los radioastrónomos comenzarían muy pronto a sintonizar con otros púlsares.
Mientras Bell y Hewish realizaban su descubrimiento, una serie de satélites militares captaban unas señales aún más exóticas: pulsos vigorosos de rayos gamma procedentes del exterior. Esos estallidos disparaban los detectores que vigilaban la posible existencia de pruebas nucleares ilícitas. Habrían de transcurrir veinte años antes de que se conociera el origen de tales pulsos. Muchos opinan que los estallidos de rayos gamma son los estertores que emiten las estrellas de neutrones gemelas cuando se funden una con otra.
Julio 1995
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