Una mujer de 24 años de edad acude al médico. Padece una insuficiencia renal y convulsiones de tipo epiléptico que no responden a los fármacos antiepilépticos. Presenta, y ése es el signo visible de su mal, una erupción rojiza que se extiende, en forma de mariposa, por el puente de la nariz y las mejillas.
Otro caso. Una mujer de 63 años insiste en ser hospitalizada. Quiere averiguar por qué se cansa, le duelen las articulaciones y nota a veces un dolor punzante al respirar. Desde la adolescencia ha evitado tomar el sol, porque le produce eritemas con ampollas muy dolorosas.
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