En los batanes, ruedas hidráulicas verticales que accionaban unos mazos, se aprovechaba la energía del agua como fuerza motriz para tratar los paños.
José I. Rojas Sola
Cortesía de Gonzalo Moris-Menendez Valdés
El estudio del patrimonio cultural ligado a la protoindustrialización ha revelado siempre datos muy curiosos sobre la aplicación de técnicas antiguas en el quehacer cotidiano de multitud de gentes en circunstancias muy diversas. La arqueología industrial se encarga de recuperar ese patrimonio, expuesto a la degradación y al olvido, para devolverlo a la sociedad en la que tanto tiempo estuvo trabajando. Para ello, se apoya en la memoria del trabajo (registros orales) y la cultura material (restos físicos del pasado).
Es fundamental disponer de testimonios de personas que trabajaron en centros productivos o que al menos dispusieron de información de primera mano de los mismos. Asimismo, encontrar restos físicos de su entorno posibilitaría realizar un estudio muy completo y recuperarlo, para que, por medio de las nuevas técnicas de ingeniería gráfica, se pueda obtener una recreación virtual o una herramienta que sirvan de ayuda durante la visita real al lugar. La historia de la técnica y la arqueología industrial se muestran íntimamente ligadas.
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