Diminutas cápsulas espaciales ponen la experimentación en órbita al alcance de los grupos de investigación más modestos.
CORTESÍA DE NASA/AMES
Desde que el Sputnik inaugurase la era espacial, hace ya más de cincuenta años, el cielo ha pertenecido a las grandes instituciones. Los miles de satélites lanzados desde entonces han sido casi siempre el fruto de vastos proyectos financiados por gobiernos y corporaciones. Las sucesivas generaciones de naves espaciales se han ido complicando y encareciendo a lo largo de las últimas décadas. Su diseño ha llevado cada vez más tiempo y han exigido una costosa infraestructura de lanzamiento, complejas estaciones de seguimiento, especialistas y centros de investigación.
En los últimos años, sin embargo, los avances en electrónica, energía solar y otras áreas han logrado reducir el tamaño de los satélites hasta un grado inconcebible. Los CubeSat, un nuevo tipo de satélites, han permitido simplificar y tipificar el diseño de cápsulas espaciales diminutas. Los gastos de desarrollo, lanzamiento y operación de uno de ellos no superan los 100.000 dólares; una fracción mínima del presupuesto de cualquier misión de la NASA o de la Agencia Espacial Europea.
Abril 2011
Revista digital en PDF
Revista en papel
Suscripción
Lo más comentado
Diccionario de física cuántica: entrelazamiento
Sinopsis del siglo XXI
¿Nos controla el inconsciente?
Artículos top 12 publicados en el año 2022