El insólito comportamiento de los orangutanes de un pantano de Sumatra sugiere que el aprendizaje potencia la capacidad mental.
Aunque somos los humanos quienes escribimos los manuales y no es de extrañar, por tanto, que se introduzcan opiniones sesgadas, pocos dudan que seamos los seres más inteligentes del planeta. Muchos animales poseen capacidades cognitivas especiales que les permiten desenvolverse en su hábitat, pero no suelen resolver problemas nuevos. Aunque algunos lo consiguen y, por ello, los consideramos inteligentes, ninguno es tan perspicaz como nosotros.
¿Qué propició el desarrollo de esta capacidad mental distintiva en los humanos o, más precisamente, en nuestros antepasados homínidos? Una manera de abordar la respuesta a esta cuestión consiste en examinar los factores que pudieron haber modelado a otros animales que muestran una inteligencia elevada y ver si las mismas fuerzas pudieron haber operado en nuestros antepasados. Elefantes, delfines, loros, cuervos y otras aves y mamíferos no humanos, por ejemplo, resuelven problemas mucho mejor que otros animales. Pero son nuestros parientes próximos, los grandes simios, los que pueden revelar información más esclarecedora.
Junio 2006
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