Un nuevo modelo de la dinámica de las partículas que forman el anillo de Júpiter, descubierto por los Voyager, proporciona una explicación más satisfactoria de su posible origen.
Desde hace más de trescientos años se conoce a Saturno como "el planeta de los anillos" (en gran medida gracias al trabajo del astrónomo Christiaan Huygens), mientras que la existencia de anillos alrededor de los otros planetas gigantes gaseosos —Júpiter, Urano y Neptuno— es el resultado de observaciones relativamente recientes. La razón primordial es la visibilidad: los anillos de Saturno, observados a través de un telescopio moderno de gran resolución, aparecen majestuosos y gigantescos, mientras que el anillo de Júpiter impone mucho menos. De hecho su descubrimiento se efectuó gracias a las imágenes tomadas en las proximidades de Júpiter por las cámaras de los vehículos espaciales Voyager hace unos veinte años. Su tamaño es de unas veinte veces el diámetro terrestre y su anchura radial es del orden del radio terrestre, proporciones semejantes a las de la llanta de una rueda de bicicleta. A diferencia de los anillos de Saturno, que están formados por "cantos" como de un metro de diámetro, el anillo visible de Júpiter es "un anillo de polvo", constituido en gran medida por partículas micrométricas cuyo tamaño típico es el del diámetro de un cabello humano. El anillo es tan tenue que, si todo su contenido se acumulase y comprimiese en un bloque cúbico, el lado del cubo resultante mediría unos 40 metros.
Septiembre 1996
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