Fue una de las primeras grandes epidemias de la enfermedad en los Estados Unidos y devastó la entonces capital de América. Pero de ese episodio se extrajeron lecciones duraderas para la ciudad y el país.
Ahora son raras en Occidente las epidemias que en poco tiempo matan a muchas personas. Pero un siglo atrás, tales desastres ocurrían con relativa frecuencia, causando estragos en una población desconcertada que ni siquiera acababa de comprender su origen. Si dejamos de lado la tragedia humana que estos episodios constituían, hemos de admitir que algunos tuvieron repercusiones de largo alcance para las naciones. Un caso dramático se produjo en l793, cuando una de las más tempranas y graves epidemias de fiebre amarilla de los Estados Unidos estalló en Filadelfia, a la sazón capital del país.
Filadelfia era por entonces también la ciudad más poblada y cosmopolita. Pero ni su rango ni su prosperidad ofrecían suficiente protección. Entre el verano y el otoño, la décima parte de su población, unas cinco mil personas, murió.
Octubre 1998
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