Empieza a ser una práctica habitual que se enseñe a dibujar a los alumnos ciegos. Puede incluso que esto les ayude a mejorar su organización espacial y los procesos de aprendizaje, además de favorecer su integración con sus compañeros videntes.
Quienes nunca han tenido la oportunidad de conocer a una persona ciega acostumbran preguntarse cómo serán el pensamiento y los sueños de los invidentes, cómo se imaginarán que son las cosas que nosotros vemos. Estas misma reflexiones me las planteé yo, junto a la desoladora observación de los cuentos y libros de texto en Braille, donde no aparecían jamás dibujos. Sentí entonces la urgente necesidad de buscar soluciones.
Partí de la hipótesis siguiente: si las imágenes mentales de los niños ciegos no diferían significativamente de las que se forman los niños videntes, aquéllos podían sin ninguna duda realizar representaciones pictóricas iguales que las de éstos. Sólo había un inconveniente. ¿Cómo dotar a los niños ciegos de unos materiales e instrumentos que les facilitaran la realización de los dibujos? Dificultad que se solucionó en parte con la aparición coincidente de gomas de caucho sobre las que, al colocar un papel, los trazos dibujados quedaban en relieve.
Marzo 1997
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