Los receptores captan y eliminan de la circulación las partículas que transportan colesterol. Muchas personas son especialmente proclives a la aterosclerosis y al infarto de miocardio por poseer un escaso número de receptores de LDL.
La mitad de las muertes que se registran en Occidente son producto de la aterosclerosis; en esa enfermedad, el colesterol se acumula en las paredes de las arterias y forma voluminosas placas, que obstaculizan de tal manera el flujo de la sangre que acaba formándose un coágulo. La obstrucción de la arteria, a su vez, provoca un ataque cardiaco o una apoplejía. El colesterol de las placas ateromatosas procede de ciertas partículas que circulan por el torrente sanguíneo, las denominadas lipoproteínas de baja densidad (LDL, por low-density lipoprotein). Cuanto más elevado es el nivel sanguíneo de LDL, tanto más rápido es el desarrollo de aterosclerosis.
Los datos epidemiológicos revelan un hecho sorprendente: más de la mitad de la población de los países industrializados de Occidente tiene un nivel de LDL circulante que le expone a un riesgo muy alto de desarrollar aterosclerosis. Puesto que tales concentraciones de LDL son algo corriente, suelen considerarse «normales»; sin embargo, es obvio que no conviene juzgarlas así, ya que predisponen a la aterosclerosis precoz y a los consiguientes infartos, cardiaco o cerebral.
Enero 1985
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