Dirigió una expedición astronómica para comprobar la teoría de la relatividad general de Einstein, defendió la idea de un universo en expansión y describió la estructura interna de las estrellas.
Es difícil explicar al lector de hoy el aura de respeto que rodeaba a Sir Arthur Stanley Eddington en el período entreguerras. Ejerció una gran influencia en el desarrollo del pensamiento científico. En primer lugar, por sus propias contribuciones a la astronomía y la astrofísica y, así mismo, por su aportación al trabajo de otros científicos de su época. En efecto, a menudo parecía capaz de captar las implicaciones de un descubrimiento con más profundidad que su autor y, además, sabía exponerlo con mayor facilidad. Por último, sus intentos de explicar los fundamentos de la física han influido en el pensamiento de los científicos de las generaciones siguientes, aunque muchos de ellos nunca supieran que se habían embarcado en una búsqueda que Eddington comenzó.
En el segundo y tercer decenio de nuestro siglo destacaron personalidades singulares en distintos dominios: Churchill y Roosevelt en política, Shaw y Eliot en literatura y Bohr, Einstein, Rutherford y Eddington en física, por citar unos cuantos. Hoy no se repite ese fenómeno. No queremos afirmar que no existan talentos semejantes, sino que, por razones obvias, es difícil que éstos sean apreciados de la misma forma. En el ámbito científico, la búsqueda del conocimiento se ha transferido del individuo al equipo y, en cierta manera, de los creadores a los divulgadores de ideas. En este sentido Eddington fue, sin duda, el pionero de los divulgadores, pero, por encima de todo, fue creador y desde esta perspectiva hemos redactado nuestro artículo.
Agosto 1991
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