El cerebelo, que coordina los movimientos delicados, interviene en la audición de las palabras y en otras actividades psíquicas. La disposición geométrica de sus neuronas le permite reconocer mínimas diferencias de tiempo entre las señales que le llegan.
Detlef Heck
Fahad Sultan
La decisión ha de tomarse en una fracción de segundo. De repente el jugador atrapa la pelota, se retuerce, da dos cortos pasos y la envía a la red. Con toda razón admiramos a los grandes deportistas y a otros virtuosos que dominan magistralmente los movimientos, sean pilotos de carreras, artistas o mecanógrafos. No caemos en la cuenta, sin embargo, de que muchas veces al día todos realizamos movimientos de una precisión equiparable.
En el momento en que un jugador de baloncesto lanza la pelota, tiene que coordinar la contracción de más de seiscientos músculos: su cerebro procesa con rapidez vertiginosa la información que le llega de los órganos sensoriales, incluidos los que determinan la posición corporal y el tono muscular. Inmediatamente decide la actividad muscular a ejecutar. Para conseguir que su organismo realice de forma impecable un trabajo tan complejo, el deportista debe ejercitarse largos años. Con el entrenamiento, las distintas partes del sistema nervioso que intervienen, adquieren un grado creciente de coordinación.
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