El embarazo y la maternidad cambian la estructura del cerebro de las hembras de mamífero. En virtud de esa transformación, las madres se muestran diligentes con sus pequeños y les prestan los cuidados oportunos.
Las madres no nacen, se hacen. En los mamíferos, desde las ratas hasta los monos y los humanos, las hembras experimentan cambios de comportamiento durante el embarazo y la maternidad. La experiencia transforma organismos autónomos, dedicados a sus necesidades y supervivencia, en individuos centrados en el cuidado y bienestar de su prole. Aunque esta transición viene estudiándose desde hace tiempo, es ahora cuando se empieza a comprender sus causas. De acuerdo con la investigación reciente, las drásticas fluctuaciones hormonales operadas durante el embarazo, el parto y la lactancia pueden remodelar el cerebro de la hembra mediante el aumento del tamaño de las neuronas en algunas regiones y la producción de cambios estructurales en otras.
De esas regiones, unas se hallan implicadas en los procesos mentales que rigen la construcción del nido, la higiene de los pequeños o la protección frente a depredadores. Otras, en cambio, controlan la memoria, el aprendizaje y las respuestas ante el miedo y el estrés. Se ha demostrado que las ratas madre superan a las no preñadas en el desplazamiento por laberintos y en la captura de presas. Amén de motivar a las hembras para el cuidado de su prole, los cambios inducidos en el cerebro por las hormonas pueden intensificar la habilidad para conseguir comida, lo que aumenta las posibilidades de supervivencia de la progenie. Es más, estas ventajas cognitivas parecen ser de larga duración, pues persisten hasta que las ratas madre llegan a la vejez.
Marzo 2006
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