"Tras desayunar unos higos excelentes, tomé un guía y fui a ver el puente del Gard. [...] El arte de esta fábrica sencilla y noble me admiró tanto más porque se encuentra en mitad de un desierto, donde el silencio y la soledad hacen que impresione más y que la admiración sea más viva, pues este presunto puente no era sino un acueducto. [...] Recorrí los tres pisos de este edificio soberbio, el respeto impidiéndome casi osar hollarlo con mis pies. [...] Sentí, al tiempo que me empequeñecía, un no sé qué que me elevaba el alma, y yo me decía, suspirando: "¡Que no haya nacido romano!"
Jean-Jacques Rousseau, Confesiones, 1ª parte, libro VI.
El puente del Gard, que tanto asombro causaba al filósofo ginebrino, es el puente-acueducto más notable del mundo romano. Con un alzado de 48,77 metros, soporta el acueducto por donde, hace casi 2000 años, corría el agua de las fuentes de Eure, cerca de Uzès, hasta Nîmes, tras un viaje de 50 kilómetros. Por la altura de sus puentes, pero también por el ingenio de su construcción, el acueducto de Nîmes es una de las obras cimeras de la ingeniería hidráulica romana.
Lo más comentado
Mañana, ayer y hoy
Cómo matar de una vez por todas al gato de Schrödinger
Magia con paparruchas
Pensamiento crítico: más allá de la inteligencia