Con el propósito de detectar la localización exacta de pequeños agrietamientos, Simon Laflamme, ingeniero de caminos del Instituto de Tecnología de Massachusetts, y sus colaboradores están diseñando una «piel sensible», compuesta por un conjunto de parches flexibles adheridos a las zonas proclives a sufrir grietas. Al formarse, estas desplazarían ligeramente el cemento, lo que provocaría un cambio en la carga eléctrica del recubrimiento, fabricado con un plástico extensible mezclado con óxido de titanio. Cada día, un ordenador conectado a un conjunto de parches enviaría una corriente para medir la carga de cada uno. Laflamme y sus colaboradores han publicado los detalles de sistema en el Journal of Materials Chemistry.
Raimondo Betti, de la Universidad de Columbia, y sus colaboradores se encuentran investigando una técnica similar para puentes. A fin de evaluar el deterioro de los cables de los puentes colgantes, están probando cuarenta sensores en los cables del puente Manhattan, en Nueva York, los cuales controlan la temperatura, la humedad y la tasa de corrosión.
Aunque esos dispositivos detectan los daños producidos después de su instalación, ¿qué sucede con los desperfectos anteriores? Hod Lipson, experto en robótica de la Universidad de Cornell, y sus colaboradores han desarrollado un modelo informático que simula una estructura intacta y utiliza algoritmos que la hacen evolucionar hasta que se ajusta a los datos proporcionados por los sensores. La técnica permite obtener un balance más amplio de los daños.
No todos están convencidos del beneficio de esos proyectos. «Hasta ahora, no existen datos que, desde un punto de vista económico, avalen un mantenimiento continuo», afirma Laflamme. Otra dificultad podría residir en el rendimiento a largo plazo de estos sistemas, sobre todo en entornos violentos. Este aspecto deberá también someterse a investigaciones futuras.