
JOHN ZOINER, GETTY IMAGES
En 2007, cuando los precios de los alimentos iniciaron su escalada, hasta llegar a lo más alto en 2008, los políticos y los medios de comunicación denunciaron el impacto que tendrían sobre unos 1000millones de personas ya famélicas. Un año excepcionalmente bueno para los cultivos, de cosechas excelentes, alivió el problema por un tiempo. Después, los precios han vuelto a dispararse hasta cifras récord. Ahora se les presta mucha menos atención.
El sufrimiento de los desheredados no perdura largo tiempo en la memoria de la gente, pero de ello no son del todo inocentes los expertos. Son tantas las pegas que han puesto los economistas, han insistido tanto en la complejidad de la crisis alimentaria, que han logrado que se asemejara a uno de esos problemas intratables, como la pobreza o la enfermedad, tan fáciles de recluir en el desván de nuestra mente. Ese análisis es erróneo.
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