Los datos revelan historias candentes de pérdida, adaptación y desigualdad
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En la crónica diaria de la pandemia que estamos viviendo, la visualización de los datos ha adquirido una importancia renovada en nuestra cotidianidad. Al estallar la pandemia observamos en el mapa cómo crecían y se multiplicaban los círculos, a medida que el virus se propagaba por el mundo. Vimos gráficos cronológicos que rozaban la verticalidad durante los repuntes de casos. Se puede afirmar que esas cifras y gráficos han regido nuestro comportamiento en los dos últimos años, pero difícilmente captan toda la trascendencia de la crisis y sus numerosos efectos dominó. Gran parte de las secuelas, desde los traumas personales y colectivos hasta la grave crisis económica, también son cuantificables y permiten narrar un relato más completo de cómo ha transformado el mundo la COVID-19. Las gráficas siguientes se centran en la aparición de posibles tendencias, cambios súbitos de dinámica y retrocesos preocupantes; también exploran las consecuencias de algunas desviaciones drásticas, aunque temporales. Como una historia no se puede narrar solo con datos, en todo momento se aportan contexto y matices.
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