J. J. Thomson, G. P. Thomson y el paso de la física clásica a la cuántica.
Cortesía de Science Picture Library
En 1927, el joven catedrático de filosofía natural de la Universidad de Aberdeen, en Escocia, George Paget Thomson, publicaba las primeras fotografías en las que se visualizaba la difracción de electrones, demostrando así el principio de dualidad onda-corpúsculo. Treinta años antes había sido su padre, Joseph John Thomson, quien había mostrado que un fenómeno aparentemente ondulatorio, los rayos catódicos, eran el resultado de un flujo de corpúsculos diminutos: los electrones. En una primera lectura irónica se podría pensar que, al devolver a los electrones parte de su condición ondulatoria, el hijo estaba socavando la teoría corpuscular de la materia que su padre había construido. Nada más lejos de la realidad.
El programa de J. J. Thomson
Nacido en Manchester en 1856, J. J. Thomson pertenece a lo que un historiador de la ciencia llamó la segunda generación de maxwellianos en Cambridge: gente cuya educación se basaba en la aplicación y el desarrollo de los principios establecidos por Maxwell en su Tratado de electricidad y magnetismo de 1873. Su misión no era la de criticar o poner en duda dichos principios, sino la de llevarlos a la práctica y sacar todas sus consecuencias, para llegar donde Maxwell no había podido, dada su temprana muerte.
Febrero 2013
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