El espacio-tiempo, que en general se considera tetradimensional, puede tener hasta siete dimensiones adicionales. Estructuras con once dimensiones, hoy en estudio, pueden dar una explicación unificada de las cuatro fuerzas básicas.
El 29 de mayo de 1919 la sombra de un eclipse total de sol barrió el Atlántico, desde el oeste de África hasta el norte del Brasil. Expediciones organizadas por el gobierno británico, bajo la iniciativa de Sir Arthur Stanley Eddington, estaban preparadas para observar las estrellas cercanas al obscurecido disco solar. Entre sus objetivos principales Eddington pretendía comprobar una nueva teoría de la gravedad propuesta por Einstein cuatro años antes: la teoría de la relatividad general, que afirma que la geometría del universo viene determinada por su contenido en masa y energía. De forma más precisa, de acuerdo con la relatividad general, el espacio y el tiempo se entrelazan en una estructura matemática tetradimensional denominada espacio-tiempo. La fuerza de la gravedad constituye aquí un efecto de la curvatura intrínseca del espacio-tiempo.
Los seguidores del eclipse querían comprobar uno de los efectos observacionales predichos por el espacio-tiempo curvado de Einstein. Según la relatividad general, el camino seguido por la luz procedente de las estrellas, al llegar a la proximidad del Sol, se curvaría en virtud de la atracción gravitacional de éste. Cuando el disco solar estuviera cerca de la posición de una estrella, ésta aparecería desplazada de su ubicación usual en el cielo. La comprobación de la teoría debía esperar un eclipse solar, porque sólo entonces se pueden ver estrellas cerca del Sol. Las observaciones del eclipse dieron a Einstein fama universal. Las estrellas se desplazaban exactamente en la cantidad predicha; el éxito de la formulación geométrica que Einstein dio de la gravitación quedó rotundamente confirmado.
Mayo 1985
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