La búsqueda de nuevos fármacos, ya esté basada en la rebusca por la farmacopea popular o en la recolección de plantas silvestres, tiene una historia profusa en claroscuros. Son muchos los compuestos de probado valor terapéutico que tuvieron su origen en árboles, matorrales, moluscos e incluso en el lodo. La aspirina procede de la corteza del sauce; las estatinas, que se utilizan para rebajar el colesterol, de un moho; la artemisina, agente antimalárico, de un matojo utilizado en la medicina tradicional china.
Pero no todo son luces. La compañía Shaman Pharmaceuticals, que logró reunir 90 millones de dólares en el decenio finisecular tras una campaña muy publicitada, concebida para hallar nuevos fármacos a partir de los conocimientos indígenas, tuvo que apuntar más bajo y dedicarse exclusivamente a vender sus productos como suplementos dietéticos. Al final, se vio obligada a cerrar sus puertas para siempre hace pocos años.
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