A diferencia de las armas nucleares desplegadas hoy, que dispersan su energía explosiva indiscriminadamente, las armas nucleares del futuro podrán seleccionar el tipo de energía para concentrarlo en los blancos.
A comienzos de los años cincuenta, los laboratorios norteamericanos dedicados a la investigación de armamentos alcanzaron cotas de altísimo rendimiento. No sólo consiguieron avances cualitativos en la eficacia de las bombas de fisión, que constituían la primera generación de armas nucleares, sino que desarrollaron también la segunda generación de armas nucleares al domeñar la potencia explosiva de la fusión creando la bomba de hidrógeno y sus diversas familias. Hacia las postrimerías de esa década, las ojivas nucleares del arsenal estadounidense se parecían muy poco a los proyectiles que habían iniciado la era atómica en Hiroshima y Nagasaki.
La técnica actual permite ya hablar de la tercera generación de armas nucleares. Alterando la forma del explosivo nuclear y manipulando otras características de su diseño, se podrían construir ingenios que generaran y dirigiesen haces de radiación, pequeñas partículas o bolas metálicas contra rampas de lanzamiento de misiles, misiles en vuelo o naves espaciales. Por mor de comparación, y ateniéndonos a su eficacia militar, la técnica de esas nuevas armas sería a la de las armas nucleares convencionales lo que el rifle a la pólvora.
Junio 1987
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