Un compuesto sintético obtenido por unión de la morfina a un azúcar resulta más eficaz y produce menos efectos secundarios que la morfina.
El dolor crónico y agudo constituye un problema médico para el que aún no se ha encontrado una solución satisfactoria. Además de afectar gravemente el estado físico y psíquico de los pacientes, sus repercusiones sociales alcanzan dimensiones epidémicas. Por todo ello, el coste económico asociado al dolor en términos de gasto médico, incapacidad laboral y pérdida de productividad es incalculable.
En muchos casos, la mejor solución disponible para ese tipo de dolor sigue siendo la morfina, fármaco que viene empleándose desde hace más de un siglo. Sin embargo, la morfina dista mucho de ser el compuesto ideal para aliviar el dolor en tratamientos que se prevén largos, continuados y crónicos. Su administración produce una serie de efectos secundarios importantes (depresión respiratoria, tolerancia, dependencia y estreñimiento) que hacen que el tratamiento deba ser discontinuado en un gran número de casos. Se requiere, pues, el desarrollo de nuevos analgésicos que no presenten tantos problemas asociados.
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La glía se encarga del mantenimiento del sistema nervioso, pero sus cuidados pueden ir demasiado lejos. Tenerla bajo control podría aliviar dolores que los medicamentos actuales no calman.
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