Se empieza a desentrañar un extraño fenómeno que ha sorprendido durante siglos a los navegantes.
Multitud de organismos marinos emiten luz, lo que aporta pistas sobre el motivo por el que la superficie del mar se tiñe en ocasiones de un blanco fantasmagórico. [HENLEY SPIERS/MINDEN PICTURE]
El mar lechoso es un fenómeno conocido desde hace siglos por los relatos de marinos y navegantes cuya causa ha estado envuelta en el misterio hasta épocas recientes.
Los últimos estudios señalan como artífices a microorganismos acuáticos luminosos, en concreto a bacterias bioluminiscentes del fitoplancton.
Lejos de ser extraordinaria, la bioluminiscencia parece ser frecuente en las aguas profundas, donde, dada la ausencia perpetua de la luz solar, desempeñaría numerosos cometidos.
Las actividades humanas a gran profundidad, como la minería submarina, ponen en riesgo a esas comunidades de seres bioluminiscentes.
El 30 de enero de 1864, el CSS Alabama penetró en lo que su capitán describió como «un tramo de mar sorprendente». Como uno de los buques de guerra confederados que durante la guerra civil americana libraron la guerra de corso contra los mercantes de la Unión en los mares, en aquel momento navegaba a lo largo del Cuerno de África con rumbo sudoeste. Pese a su condición de corsarios intrépidos, el capitán Raphael Semmes y su tripulación quedaron estremecidos ante el mar que contemplaron aquel anochecer de enero. «A eso de las ocho de la tarde, cuando las estrellas comenzaban a brillar en un cielo sereno sin luna, de repente pasamos del azul propio del mar profundo a surcar una mancha de agua tan blanca que me dejó sobrecogido», recordaba Semmes en sus memorias.
Primero pensó que la causa de aquel incesante reflejo pálido podía ser un arrecife somero, pero la sonda que mandó calar por la borda se hundió cien brazas (180 m) sin tocar fondo. «En el horizonte se veía un brillo apagado, o un fulgor, producido como por una iluminación lejana, mientras sobre nosotros se cernía un cielo oscuro, espeluznante. El rostro de la naturaleza había cambiado por entero y, con un poco de imaginación, uno podía pensar en el Alabama como si de un barco fantasma se tratase, iluminado por la luz mortecina y sobrenatural de aquella mar fantasmagórica». El buque navegó varias horas por las aguas misteriosas, hasta que quedaron atrás tan repentinamente como habían surgido.
La descripción de primera mano de Semmes es uno de los primeros testimonios fidedignos de ese tipo de mar y supone una valiosa, aunque inadvertida, contribución a la ciencia. Ahora, tras combinar docenas de informes históricos con datos captados por satélites de vanguardia, los investigadores están próximos a descubrir uno de los misterios del océano más duraderos, esas vastas y efímeras exhibiciones de fantasmagórica luz viviente.
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