Podemos llegar a Marte con una nave de moderadas dimensiones, lanzada por cohetes impulsores dotados de la misma técnica que llevó a los astronautas a la Luna hace treinta años.
"El espacio está ahí, y vamos a conquistarlo." Con estas palabras, John F. Kennedy formulaba en 1962 su propósito de enviar un norteamericano a la Luna en ese decenio. Pero durante los 30 años transcurridos desde el último alunizaje del Apolo, el programa espacial estadounidense ha carecido, en general, de una idea clara sobre el siguiente objetivo al que aspirar. Y es muy sencilla: la exploración y colonización de Marte.
No es un objetivo inaccesible. Ni se precisa una nave gigantesca con un equipamiento exótico. De hecho, disponemos ya de la técnica necesaria para enviar el hombre a Marte. Podemos llegar allí con una nave de moderadas dimensiones, lanzada por cohetes impulsores dotados de la misma técnica que llevó a los astronautas a la Luna hace un cuarto de siglo largo. La clave del éxito reside en la estrategia empleada por los primeros exploradores de nuestro propio hemisferio: viajar ligero de equipaje y vivir del suelo que se pisa. La primera misión tripulada podría alcanzar el planeta en el plazo de un decenio. Expondré el funcionamiento del proyecto "A Marte sin Escalas", como he bautizado nuestra propuesta.
Mayo 2000
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