Gracias a Pathfinder y otras misiones, la ciencia ha adquirido cierto prestigio entre los oropeles del cine.
Sentado en la primera fila de una sala en penumbra donde se proyectan "boletines diarios" -metraje primario obtenido de las tomas recientes- hay un hombre que nadie asociaría con el resplandeciente mundo de la fábrica de sueños. Entrando en este estudio de Vancouver con un vulgar atuendo de camisa polo verde, pantalones caqui y zapatillas deportivos, Matthew P. Golombek podría ser tomado por un joven profesor que se dirigía a su clase pero se equivocó de autobús. En realidad, como científico del proyecto para la misión Pathfinder de la nasa en 1997, tal vez sea lo que en la Tierra más se aproxime a un residente marciano. Disney le ha llamado para que asesore su película Mission to Mars. Durante el rodaje de la cinta, en la que Gary Sinise, Jerry OConnell y Connie Nielsen interpretan a exploradores en marcha hacia el planeta rojo, Golombek no puede reprimir sus comentarios: "Eh, estos científicos tienen buen aspecto, esto no es real."
La precisión científica no figura entre las preocupaciones fundamentales de Hollywood. Sin embargo, siempre se han incorporado expertos en los filmes de fantasía científica. Incluso en la época dorada del género, los años cincuenta, -en películas que hoy nos dan risa, había asesores para aumentar la verosimilitud-, explica Vivian Sobchak, de la Universidad de California en Los Angeles. Además, como ella advierte, los directores a menudo intercalan documentales cortos en sus películas, como aquel film clásico sobre el ataque de hormigas mutantes, que incorporaba un breve documental sobre esos insectos.
Mayo 2000
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