Hay navegadores de salpicadero para automóviles, navegadores personales de bolsillo, unidades que dan la distancia entre el golfista y los greens y las trampas de arena y, ante todo, teléfonos móviles. Los transpondedores GPS siguen también la pista de presos en libertad condicional, mascotas perdidas, elefantes migrantes y glaciares en retirada.
Los satélites de posicionamiento llevan decenios emitiendo señales, pero según Per K. Enge, profesor de aeronáutica y astronáutica en la Universidad de Standford, el mercado se está ampliando por la convergencia de tres factores. El tamaño de los circuitos internos de los receptores ha disminuido mucho. Los fabricantes de esos circuitos los venden a los fabricantes de electrónica de consumo por menos de cinco dólares. "Y Apple hizo más visible al GPS", dice Enge, "cuando lo incorporó al iPhone. A los compradores les ha gustado mucho, prueba de que el deseo existía."
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