Ahora que ciertos oráculos predicen el final de la ciencia porque todos los descubrimientos importantes ya están hechos, merece la pena recordar que los dos pilares principales de la física del siglo veinte, la mecánica cuántica y la teoría de la relatividad general, son mutuamente incompatibles.
La relatividad general no satisface las reglas cuánticas por las que se rigen las partículas elementales. En el extremo contrario de la escala de magnitudes, los agujeros negros ponen en entredicho los fundamentos mismos de la mecánica cuántica. La física tiene que hallar una solución. Más que plegarse a un futuro sombrío, de rendimientos decrecientes, hay que apostar por una nueva revolución.
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