Desde hace años está prohibida la administración de testosterona para reforzar el rendimiento deportivo. Muy pronto, sin embargo, podría recomendarse en medicina a la par que otras terapias hormonales legítimas.
El 1 de junio de 1889, Charles Edouard Brown-Séquard, destacado fisiólogo francés, anunciaba en la Sociedad de Biología de París que había ideado una terapéutica rejuvenecedora del cuerpo y la mente. Afirmó que, a sus 72 años, había invertido su propio declive inyectándose un extracto líquido derivado de los testículos de perros y conejillos de Indias. Estas inyecciones, anunció, habían aumentado su potencia física y su energía intelectual, aliviado su estreñimiento e incluso alargado el arco de la micción.
Casi todos los expertos, entre ellos algunos contemporáneos del conferenciante, coincidieron en que estos efectos positivos se debieron al poder de sugestión, pese a las refutaciones de Brown-Séquard. Sí estaba en lo cierto al proponer que las funciones testiculares podrían potenciarse o restaurarse mediante sustitución de las sustancias que las gónadas producen. Su logro consistió, pues, en convertir la idea de la "secreción interna", avanzada en 1855 por Claude Bernard, en la base de una técnica de "sustitución" organoterapéutica. Por su intuición de que las secreciones internas podrían actuar como reguladores fisiológicos (llamados hormonas en 1905), Brown-Séquard pasó a ser uno de los fundadores de la endocrinología moderna. Así empezó una era de tratamientos hormonales cada vez más complejos que llevó a la síntesis, en 1935, de la testosterona, principal hormona masculina producida por los testículos.
Abril 1995
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