Las imágenes tomadas por satélites permiten estudiar y predecir el movimiento de las aguas oceánicas.
J. Marcello Ruiz
F. Eugenio González
JAVIER MARCELLO RUÍZ Y FRANCISCO EUGENIO GONZÁLEZ
El conocimiento de nuestros mares se remonta muy atrás en el tiempo. En la antigüedad, la mayoría de las rutas comerciales o las que seguían los exploradores europeos se basaban en el conocimiento de los vientos y las corrientes marinas. Hasta finales del siglo xix no nació la oceanografía, que ha pasado por varias etapas hasta llegar a nuestros días. En los años setenta surgió la teledetección. Comenzaba la era de los satélites de observación de la Tierra, que ha revolucionado la oceanografía clásica. La aportación de datos que complementan las mediciones tradicionales ha facilitado el estudio de la interacción de procesos y el desarrollo de modelos matemáticos.
De los parámetros que se miden desde el espacio, uno de los que revisten mayor importancia para el estudio cuantitativo de los océanos es la temperatura superficial del mar (TSM). Estos datos térmicos tienen una amplia variedad de aplicaciones, entre otras: modelos atmosféricos y climáticos, investigación en oceanografía física y biológica, actividad comercial relacionada con pesquerías, medidas de corrientes superficiales y estudios de polución.
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