Las vacunas han hecho milagros en la lucha contra las enfermedades infecciosas. La viruela ha pasado al arcón de la historia, sino que correrá pronto la poliomielitis. A finales de los años noventa, la campaña internacional emprendida para inmunizar a todos los niños contra seis enfermedades devastadoras consiguió llegar hasta el 80 por ciento (a mediados de los setenta apenas si abarcó el 5 por ciento) y empezó a reducirse la tasa de mortalidad de esas infecciones hasta unos tres millones.
Pero esos éxitos enmascaran graves desproporciones en el reparto. Un 20 por ciento de los niños persiste todavía privado de las seis vacunas -contra difteria, tos ferina, poliomielitis, sarampión, tétanos y tuberculosis-, lo que supone unos dos millones de muertes cada año, sobre todo en las regiones más remotas y pobres del globo. Guerras y revoluciones en muchos países subdesarrollados ponen en peligro los avances recientes obtenidos. Millones de personas mueren de infecciones, porque carecen de inmunización, ésta es poco fiable o no pueden sufragarla.
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