De la naturaleza de su halo y disco cabe deducir que algún papel desempeñaron la contracción de una nube de gas, las explosiones de estrellas y la captura de fragmentos galácticos.
Intentar reconstruir el origen e historia de la Vía Láctea no es empeño que carezca de semejanzas con el de investigar una antigua civilización enterrada bajo el bullicioso y siempre cambiante centro de una ciudad moderna. De las excavaciones del subsuelo, de fragmentos de cerámica y de unos pocos huesos, tenemos que deducir cómo vivieron nuestros antepasados y contribuyeron a crear la cultura viva de las calles bajo las que hoy yacen sus restos. Arqueólogos a su manera, los astrónomos, a partir de pequeñas y dispares pistas, intentan determinar de qué modo nació, unos mil millones de años después de la gran explosión, la Vía Láctea, y qué procesos le dieron su configuración actual. Les sirven de indicios la edad de las estrellas y de los cúmulos estelares, su distribución espacial y su composición química, todo lo cual han de deducir de colores y luminosidades; cuentan, además, con las formas y propiedades físicas de otras galaxias, que les ayudan a entender por qué la nuestra es como es.
En principio, de esos indicios parece desprenderse que la Vía Láctea se formó gracias a la contracción (o colapso) de una ingente nube de gas.
Marzo 1993
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