"Las pruebas recabadas sugieren que el hombre influye de una forma apreciable sobre el clima global." Con estas mesuradas palabras, el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC), financiado por la Organización Meteorológica Mundial y el Programa Ambiental de las Naciones Unidas, reconocía en 1995 que los seres humanos no eran en absoluto consecuentes en lo concerniente a la salud del planeta. Lo que el panel no precisó -y lo que científicos y políticos discuten acaloradamente- es cuándo, dónde y cuánto se ha notado y se notará esa influencia.
Hasta ahora, los cambios climáticos presuntamente relacionados con la actividad humana han sido bastante modestos. Pero las previsiones de varia índole sugieren que el cambio alcanzará una intensidad espectacular hacia mediados del siglo XXI, sobrepasando cuanto se ha visto en la naturaleza en los últimos 10.000 años. Aunque algunas regiones pudieran beneficiarse durante cierto tiempo, cabe esperar que, en conjunto, las alteraciones resultarán perjudiciales e incluso catastróficas. Si la ciencia pudiera determinar la cuantía en que ciertas actividades influyen sobre el clima, se encontraría en mejor situación a efectos de recetar remedios para las peores alteraciones. ¿Es posible tal cuantificación? Creemos que sí. Nos parece que puede lograrse hacia el año 2050, pero sólo a condición de que este objetivo se convierta en prioridad internacional permanente.
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