En otoño de 2000, una cuestión relacionada con el metabolismo bacteriano de las vitaminas atrajo nuestra atención. Alentados por el creciente número de pruebas que respaldaban una teoría sugestiva sobre las formas de vida terrestres más primitivas, y apoyados en nuestra experiencia en la construcción de interruptores biomoleculares, nos propusimos resolver el enigma. Los resultados superaron las expectativas: descubrimos una nueva forma de autorregulación celular basada en una de las moléculas más antiguas de nuestro entorno, el ácido ribonucleico (ARN).
Considerado largo tiempo un modesto mensajero, el ARN podría gozar de notable autoridad y de mecanismos refinados para ejercerla. Aunque no se han determinado las funciones de estas moléculas de ARN recién descubiertas, quizá proporcionen nuevas armas para combatir las enfermedades. Pensemos que muchas bacterias patógenas se basan en los ribointerruptores para controlar aspectos fundamentales de su metabolismo.
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