La inestabilidad de una corriente de aire puede resultar muy útil: de ella depende la producción del sonido en órganos y flautas.
Una flauta o el tubo de un órgano carecen de piezas móviles. El sonido se produce por la acción de una arista maciza, aquí un bisel, sobre el chorro de aire insuflado. Esa interacción provoca la oscilación del chorro de aire a un lado y otro del bisel. Las frecuencias de esa oscilación quedan determinadas en gran medida por las propiedades del tubo. [BRUNO VACARO]
Para emitir una nota, un trompetista hace vibrar sus labios; un clarinetista, una lengüeta de caña, y un violinista, una cuerda. Pero ¿qué ocurre con flautistas y organistas? Nada se mueve aquí: ni en el interior del instrumento ni en la boca del músico. Sin embargo, ello no impide que de ellos emane una melodía. ¿Se debe ese prodigio al tubo que poseen órganos y flautas? En el siglo XIX, el físico alemán Carl Friedrich Sondhausson demostró que no: el sonido nace de la vibración de un chorro de aire que interacciona con un obstáculo con forma de bisel.
El bisel no hiende el aire: ¿Qué ocurre con el aire en una flauta dulce? Al principio, el músico sopla por una hendidura que se introduce en el instrumento en forma de canal. De este brota un chorro de aire de un centímetro y medio de largo y muy fino (del orden de un milímetro), similar al que se obtiene al apretar el extremo de una manga de riego. Tras unos milímetros de propagación libre, el chorro topa con un bisel.
Julio 2012
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