La obtención de carbón vegetal a partir de madera permite recuperar una técnica ancestral y realizar interesantes observaciones etnográficas.
Cortesía de Marc Boada
Poco más que leña, tierra y voluntad son necesarias para producir por nuestros medios un valioso material para la experimentación. Nos referimos al carbón vegetal, antaño de extendido uso y hoy solo reservado a la barbacoa dominical. Derrotado por la competencia de otros combustibles más «prácticos», su obtención tradicional pronto se habrá extinguido. Y con ella desaparecerá una rica cultura ancestral anclada en nuestros bosques, preservada solo por los más ancianos del lugar.
Para el científico, la obtención de carbón vegetal se basa en un proceso termoquímico que tiene por objeto fragmentar las larguísimas moléculas poliméricas que conforman la materia vegetal para quedarse al final con un esqueleto de carbono prácticamente puro. Es lo que se denomina pirólisis. Para conseguirlo, deberemos construir un reactor donde se llevarán a cabo múltiples transformaciones químicas: la pila carbonera. En su interior, el oxígeno será escaso y la energía térmica necesaria correrá a expensas del propio combustible.
Febrero 2014
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