Antaño, el azar solía conducir al descubrimiento de un nuevo fármaco. Hoy, el avance registrado en biología molecular, análisis de estructuras y técnica de computación permite el diseño de sustancias terapéuticas.
Hace unos cien años, Emil Fischer (1852-1919) y Paul Ehrlich (1854-1915), químico aquél y médico éste, propusieron, sin previo acuerdo mutuo, mecanismos moleculares para explicar las interacciones entre determinadas sustancias y las estructuras biológicas del organismo. Fischer utilizó el símil de "la llave y la cerradura", en tanto que Ehrlich sugería la idea de la bala mágica como modelo para la moderna investigación farmacológica. Esta bala llevaría el medicamento hasta el foco de la enfermedad, sin dañar los tejidos sanos. El principio de la toxicidad selectiva implica, por su parte, un reconocimiento específico como el propuesto por Fischer.
Pasado el tiempo, el desarrollo experimentado en la instrumentación analítica, la biología molecular y la ingeniería genética, así como el rendimiento conseguido en los ordenadores, han convertido en realidad las intuiciones geniales de estos dos pioneros de la ciencia. Los fundamentos que se propusieron para avanzar en la investigación —definición molecular de la enfermedad y diseño dirigido de un agente molecular interactivo— constituyen la base del actual diseño de fármacos.
Noviembre 1997
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