Para resolver los grandes problemas de la sociedad actual, en apariencia intratables, necesitamos ahondar en las leyes universales que rigen los sistemas complejos.
EVA VAZQUEZ
Al irse el mundo tornando cada vez más complejo e interconectado, algunos de los más graves problemas que plantea empiezan a parecer imposibles de tratar. ¿Qué ha de hacerse con la incertidumbre en los mercados financieros? ¿Cómo pronosticar la demanda y la oferta de energía? ¿Cómo evolucionará, y qué consecuencias entrañará, el cambio climático? ¿Cómo afrontar la acelerada urbanización? A menudo, estos problemas se han tratado por separado y de forma cualitativa, lo que ha conllevado efectos imprevistos y no deseados. Para aportar rigor científico a los problemas de nuestro tiempo se requiere una comprensión mucho más cabal de la complejidad en sí.
¿Qué entender con ello? La complejidad interviene cuando son muchas las partes capaces de interaccionar en múltiples maneras. El conjunto adquiere entonces vida propia, se adapta y evoluciona por sí, en respuesta a condiciones variables. Es prono a cambios repentinos, al parecer impredecible; los desplomes en las bolsas de valores ofrecen un ejemplo clásico. Una o varias tendencias pueden actuar en sinergia, creando «bucles de realimentación positiva», entrando en barrena sin control hasta que traspasan un cierto umbral y su comportamiento cambia entonces radicalmente.
Julio 2013
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