Todo el mundo ha visto en el cine y en la televisión escenas de hipnosis en las que un personaje en chaleco hace que un reloj de bolsillo que pende al extremo de su leontina oscile de un lado a otro ante el rostro de una joven sentada en un salón de la época victoriana. Los ojos de la joven miran fijamente al reloj y acompañan su movimiento. Al cabo de unos instantes la joven se desploma sobre su asiento y, desvanecida y con los ojos cerrados, va respondiendo a las preguntas del hipnotizador con una voz monótona y como de ultratumba.
Esto hace que cuando se pronuncia la palabra "hipnosis" mucha gente piense en danzarines relojes de bolsillo. Pero hoy en día es más corriente que los hipnotizadores sólo pidan a sus sujetos que fijen la mirada en algún pequeño objeto fijo -por ejemplo en una chincheta de color clavada en la pared- mientras les someten a un "parloteo inductivo", que suele consistir en palabras relajantes y que induzcan a concentrarse.
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